Se calcula que en el gran incendio de la Biblioteca de Alejandría se quemó medio millón de obras que contenían el conocimiento científico de civilizaciones extintas, pero aquellos no son los únicos textos que podrían cambiar nuestra concepción del mundo y que han desaparecido.
Aunque algunos textos no han sido escamoteados de la lectura pública por la acción del fuego, sino por grupos interesados en que nunca salgan a la luz.
Esta es al menos la opinión del escritor francés Jacques Bergier y de muchos investigadores que sostienen que la destrucción y la censura sistemática del saber científico a lo largo de la Historia han sido y son una cuestión mucho más real que literaria.
Los libros prohibidos han inspirado a muchos escritores como el norteamericano H. P. Lovecraft, que en sus "Mitos de Cthulú" menciona el "Necronomicón" que condensa la magia cósmica, o el italiano Humberto Ecco, que en "El nombre de la Rosa", narra una historia medieval de intrigas sobre una biblioteca de obras condenadas guardada por monjes inquisidores en un convento.
"Estoy persuadido de que se pueden escribir cinco líneas, y no más, que destruirían la civilización", ha escrito el prestigioso astrofísico británico Fred Hoyle, fallecido hace poco y considerado uno de los grandes "herejes" de la ciencia, por sus teorías sobre el origen extraterrestre de la vida en nuestro mundo y por su afirmación de que jamás existió la gran explosión o "Big Bang" que presuntamente ha originado el Universo.
Los libros malditos
Para Jacques Bergier muchas de las palabras prohibidas que alude Hoyle están en los textos que el escritor francés ha descrito en su trabajo "Los libros malditos" ("Les livres maudits"), el cual se ha convertido en una obra de referencia entre los aficionados a los conocimientos esotéricos y el saber oculto.
Bergier, autor junto a Louis Paulwells de otro texto esotérico de referencia denominado "El retorno de los brujos", afirma en su libro que existe una cofradía tan antigua como la civilización, que impide la difusión demasiado rápida o extensa de los conocimientos que pueden ser demasiado peligrosos para ser revelados. El escritor llama a este grupo los "hombres de negro".
Entre los integrantes de esta presunta cofradía censora, cuyos rastros aparecen tanto en la historia antigua de China y la India, como en el pasado de Occidente, habrían figurado el escritor francés Joseph de Maistre y el zar Nicolás II de Rusia.
En 1885, el escritor Saint-Yves d'Alveydre debió destruir su obra, "Misión de la India en Europa y Misión de Europa en Asia. La cuestión de los Mahatmas y su solución" bajo amenaza de muerte, y su reedición la destruyeron los nazis alemanes al invadir Francia y París, en 1940, señala el investigador francés.
Pero éste es sólo uno de los cientos de textos y hallazgos científicos que, según Jacques Bergier, han desaparecido sin dejar rastro o han sido ocultados a la sociedad.
Una de las obras prohibidas más legendarias es el "Libro de Toth", un papiro o una serie de hojas de entre 10.000 y 20.000 años de antigüedad, copiada en secreto, la cual ya poseían los sacerdotes y faraones egipcios y al parecer contenía los secretos de diversos mundos y daba un enorme poder a sus poseedores.
El libro, que alude los más diversos documentos históricos, confería poder sobre la tierra, el océano y los cuerpos celestes, y permitía desde interpretar los medios de los animales para comunicarse hasta obrar a distancia, según Bergier.
La destrucción de este antiquísimo libro fue anunciada varias veces, incluso por la Inquisición, pero ha reaparecido varias veces a lo largo de la Historia y no se descarta que ahora esté en poder de algunos grupos, que posean y utilicen sus secretos.
Este compendio de conocimientos científicos, "nacido del fuego" pero considerado "incombustible", se atribuye Hermes Trismegisto, el fundador de la alquimia y uno de los padres del saber hermético. El Libro de Toth jamás ha sido visto impreso o reproducido, y se ignora la forma en podía consultarse.
Según Bergier, en la lista de presuntos textos condenados -algunos provenientes de civilizaciones desaparecidas- también figura el Manuscrito Mathers, que originó una de las sociedades esotéricas secretas más famosas de la historia, la Golden Dawn ("El Alba Dorada").
Pero, según Bergier, el mayor "éxito" de los "hombres de negro" ha sido la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, iniciada por Julio César, en el año 47 antes de Cristo (a.C.), continuada por el emperador Diocleciano en el 285 y finalizada en el año 646 por los árabes, que la destruyeron hasta sus cimientos.
Este edificio monumental, fundado en el 297 a.C. por Demetrio de Falera y que contaba con departamentos de Ciencias Naturales y Matemáticas, contenía unos setecientos mil documentos, de los cuales casi ninguno ha sobrevivido y entre los que al parecer se encontraban los secretos de la trasmutación del oro y la plata.
La destrucción de la Biblioteca Alejandrina eliminó los manuscritos del historiador y astrólogo Beroso, quien inventó el cuadrante solar semicircular y concibió una teoría sobre el conflicto entre los rayos del Sol y la Luna, la cual anticipaba las modernas investigaciones sobre la interferencia de la luz.
Otro enigma de las pirámides
Entre los manuscritos destruidos figuraban obras de Pitágoras, Salomón y Hermes, parte de las cuales estarían en bóvedas secretas de las pirámides egipcias, según se afirma. Entre los textos quemados en Alejandría, también figuran los de una enigmática civilización que precedió al antiguo Egipto conocido, y otros textos demasiado "peligrosos" para ser divulgados.
En Alejandría también estaban las obras de Manethón, un sabio que conocía los secretos del antiguo Egipto, y de Mocus, a quien se atribuye la invención de la teoría atómica.
Con la destrucción, a lo largo de los siglos, de otras grandes bibliotecas como las de Constantinopla, la de los Califas de El Cairo, la Islámica de Trípoli, en Libia, o de los Califas de Córdoba, situada en España, se han perdido cientos de miles de obras y datos científicos, que seguramente hubieran modificado nuestra vida y visión del mundo.
Otro sabio presuntamente censurado por los "hombres de negro" fue el abad Tritemo, nacido en Alemania en 1462 y muerto en 1516, quien reunió en el monasterio de San Martín la mayor biblioteca de su país y efectuó unas investigaciones, que intentó divulgar en otro de los grandes libros malditos: la Esteganografía, del que sólo sobrevive un manuscrito incompleto.
El rey Felipe II ordenó destruir la misteriosa obra, mezcla de lingüística, matemáticas, cábala judía y parapsicología, que informaba sobre un método para hipnotizar a distancia, por telepatía, con la ayuda de ciertas manipulaciones del lenguaje.
La primera edición de lo que quedaba de la Esteganografía se publicó en 1610, pero aún expurgada, el Santo Oficio prohibió hasta 1930 la difusión de este texto, donde se exponen una serie de escrituras secretas, cuyo empleo requería el uso de aparatos no muy diferentes de la radio actual, ¡pero en el siglo XVII!
Tritemo, que predijo en su libro la declaración de Balfour sobre la creación del Estado de Israel, también publicó en 1515 una historia cíclica de la Humanidad, que recuerda tanto la tradición hindú como algunas teorías científicas modernas, según Bergier.
La Inquisición española, que comenzó a partir de 1483 una quema general de libros impulsada por fray Tomás de Torquemada, elaboró en el año 1540, una Lista de Obras Prohibidas. Poco después, en 1548 Roma organizó la Congregación del Santo Oficio de la Inquisición, encargada de redactar la primera lista de Libros Prohibidos que se conoce.
Con ambas "listas negras", que se unificaron en 1559 originando el "Index Auctorum et Librorum Prohibitorum" (Indice de autores y libros prohibidos), los inquisidores recorrieron Europa saqueando las bibliotecas y persiguiendo a los autores "herejes".
Según Bergier, existen listas de inventos demasiado peligrosos y una de ellas, creada por militares franceses, incluye no menos de ochocientos artículos científicos, que podrían batir la marca de los libros condenados y malditos de todos los tiempos, si alguien escribiese un texto que los comprendiese a todos.
Otro de los grandes libros condenados, el Manuscrito Voynich atribuido a Roger Bacon, se ha librado de la destrucción y se encontraba hasta hace unas pocas décadas a la vista de todos, en venta por 160.000 dólares en una librería de Nueva York, por una sencilla razón: nadie ha conseguido descifrarlo.
El antiguo texto, que guardaría conocimientos científicos enormes, desde la estructura de la galaxia de Andrómeda o la dinámica celular hasta la descripción de cientos de plantas sin identificar, está cifrado en una lengua desconocida.
El manuscrito tomó su nombre del librero que lo compró en 1912, después de que pasara por las manos de Rodolfo II en 1584-88. El lingüista estadounidense W. Newbold afirmó que lo había descifrado, pero después lo desmintió. Para algunos, el experto prefirió callar, ante las amenazas recibidas y la magnitud de los conocimientos que se compendian en el libro.
Según algunos estudiosos, el manuscrito Voynich contiene secretos tan peligrosos como la naturaleza de las novas o explosión final de las estrellas, o los mecanismos de los cuásares: los objetos cósmicos más energéticos que se conocen. Además contendría información sobre fuentes de energía mucho mayores que la bomba de hidrógeno y tan sencillas de manejar que era capaz de comprenderlas un hombre del siglo XIII.
Explosiones atómicas por radio
En 1903, el sabio ruso Mijaíl Mijáilovich Filipov fue hallado muerto en su laboratorio. La Policía confiscó sus papeles y el manuscrito de un libro. El Zar Nicolás II examinó el legajo que contenía los estudios científicos de Filipov y después su laboratorio y todas sus investigaciones fueron destruidas.
Según Bergier, el libro incautado se titulaba "La revolución por la ciencia o el fin de las guerras" y exponía uno de los hallazgos más prodigiosos de la Historia: la manera de trasmitir el efecto de una explosión a gran distancia, por radio, a través de un haz dirigido de ondas electromagnéticas cortas.
Este método "hace que un cartucho de dinamita que estalle en Moscú pueda trasladar su efecto hasta Constantinopla. Los experimentos que he realizado demuestran que este fenómeno puede producirse a miles de kilómetros de distancia", afirmaba Filipov, en una carta dirigida a un amigo, según Bergier.
El sabio ruso, asesinado a los cuarenta y cinco años, redactó una enciclopedia entera, fundó la famosa "Revista de la Ciencia" y fue un notable escritor, que influyó mucho en líderes marxistas como Lenin, que tomaron el poder después de su muerte.
Su descubrimiento se ha perdido por completo, para algunos felizmente, porque -se preguntan- ¿qué pasaría si alguien descubriese la forma de utilizar el procedimiento de Filipov para trasmitir a distancia la energía de las actuales explosiones nucleares o de las bombas A o de hidrógeno?
Asesinos de libros y escritores
Vehículo de ideas, críticas, debates y conocimiento, y enemigos de tiranías, integrismos y fanatismos políticos, religiosos o filosóficos, los libros, escritores y bibliotecas han sido perseguidos, censurados, escondidos o destruidos a lo largo de la Historia, sin distinción de civilizaciones o culturas.
Uno de los casos más dramáticos y antiguos de censura del conocimiento que se conoce fue el del emperador chino Shi-Hoang-Ti, quien en el 213 a.C. mandó destruir todas las obras escritas, enterró vivos a más de cuatrocientos escritores y decretó que cualquiera que guardase tablillas de bambú o madera escritas, correría la misma suerte los sabios asesinados.
Casos más recientes como el del escritor británico Salman Rushdie, condenado a muerte por el régimen de los religiosos iraníes debido a su libro "Versos Satánicos", demuestran que la hoguera de la Inquisición sigue encendida.
Fuente: EFE/ http://www.revistamujeres.cl/la-verdad-sobre-las-biblias-prohibidas-que-..
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