En su rol de captar la atención del público, a la prensa se le ha permitido social y mercadologicamente cierto sensacionalismo, por lo que en la emisión de la noticia es una constante el hecho de extremar los conceptos, bajo un uso agresivo de epítetos que propician el impacto más severo en la mente del lector o espectador al ver el titular que resume el objeto de la misma. En la sociedad dominicana esa acción no solo es permitida, si no, que en ocasiones es recibida por el público con un entusiasmo tal que le deja impactado, dándole cierta aquiescencia y de inmediato procedemos a pregonar la supuesta verdad que esta enuncia, creando un rumor publico que marca el inicio de un vía crucis de dificultades para las partes envueltas en la trama noticiosa.
A esa parte importante de nuestra querida prensa dominicana es apropiado aclararle que por legal que sea jamás será prudente ni correcto, que como ciudadanos facultados para crear opinión publica, lo hagan sin evaluar los posibles daños que acarrea un titular sensacionalista que facilita la venta de la noticia, pero lacera la naturaleza misma del periodismo. Seguir actuando de esta forma seria permitir que la boragil del capitalismo los absorba impidiéndole poder jugar su rol principal de orientador social y por su naturaleza co-responsable de la suerte o la desgracia en la que viva nuestra sociedad.
El caso de la especie suele afectar con frecuencia a la juventud dominicana, haciéndonos en ocasiones, verdugos de nuestra propia desgracia, que a su vez es fruto de una marginalidad social de la que en lugar de causantes los jóvenes somos víctimas y que tiene su origen en una deuda social acumulada que nació junta con la República, que se explica en lo desproporcionar que resulta ser la equiparación entre lo prometido y lo realizado por parte de los gobiernos que hemos tenido desde nuestro génesis como estado, hasta la contemporaneidad, que representada social y políticamente por las actuales generaciones, instituciones y estado de derecho, cualquier individuo pregonero de la maledicencia, resentido social, enemigo del progreso de lo demás, víctima del talento ajeno, que padece de algún síndrome de ave de mal agüero y presionado por lo radicalizado de su pesimismo, la define como el preámbulo de un Apocalipsis inevitable, escenificado en un precipicio de proporciones inimaginables ubicado en el próximo tramo de la vía de desarrollo que en la realidad del estado y en el lenguaje objetivo de cualquier dominicano conciente venimos recorriendo hace décadas.
Hoy es normal que mientras jóvenes destacados como, Marcos Díaz que actualmente ejecuta su exitoso proyecto “Nado de los Continentes”, que mientras la delegación dominicana participa positivamente en los juegos centro Americanos y del caribe, celebrados en Mayagüez, Puerto Rico, que mientras el Ministerio de La Juventud, manda a jóvenes del país a prepararse en importantes universidades de Europa, Estados Unidos y otros lugares del mundo, mientras los Jaycees 72 se encuentran en el proceso de escogencia de una parte de los jóvenes más destacados del país para ser distinguidos con una estatuilla de tan importante institución juvenil, mientras los jóvenes egresados del programa de formación y gerencia política que auspicia USAID, Participación Ciudadana, INTEC y UNIBE hacen ingentes esfuerzos por constituir la Red Nacional de Jóvenes Lideres y aunque pasan todo tipo de cosas positivas con la juventud dominicana, es normal que algún medio de comunicacion se destape con un titular tremendista diciendo, “La delincuencia juvenil arropa el país”, termino este que por la sola inexistencia de una denominación como delincuencia de ancianos o delincuentes de la segunda o tercera edad, establece una discriminación negativa que lo hace totalmente inapropiado y máxime, cuando justamente esta frase corresponde a los términos considerados discriminatorios por la convención iberoamericana de la juventud de la que como país somos signatarios, pero además es sencillamente irritante para cualquier joven conciente de su rol ante la sociedad, es que, como no darse cuenta que llamarla, delincuencia juvenil, es como ponerle apellido de juventud a la actividad delictiva.
Como no pensar que la aseveración de que los jóvenes somos los llamado a ejercer el rol de relevo generacional, no es un sofisma, si no, una verdad inexorable que se ejecuta biológicamente y no por el deseo particular de nadie. Que será de esas generaciones futuras si esos amigos que crean opinión publica, no hacen un acto en el camino y como entes responsables por demás de constribuir con la justicia social y muy bien vistos como un cuarto poder del estado, evitan la practica nociva de destacar los diez males de la juventud y omitir las mil virtudes de la misma.
Soy joven y si bien es cierto que me declaro consiente de la participación de nuestro segmento poblacional en las acciones delictivas que tienen lugar en mi país, no es menos cierto que son más los jóvenes que mantienen sus empresas en los primeros lugares de rentabilidad y eficiencia, somos más los jóvenes que al mirar la competencia entre los dos magnates mas afortunados de la historia económica del mundo, entendemos por que Carlos Slim, por que Bill Gates y se lo atribuimos a que ambos ejercen su labor empresarial en el pujante y vanguardista sector de las tecnologías, que a su ves, es el fruto de la revolución tecnológica, que iniciara en los años 80 y que se afianzara con la caída del muro de Berlín, que dando así termino a la guerra fría fue un suceso histórico que permitió que los avances tecnológicos del mundo militar, fueran liberados, permitiendo su uso a toda la sociedad, exhibiendo como buque insignia desde sus inicios hasta nuestros días, el fenómeno del Internet.
Somos más los jóvenes dominicanos que nos mantenemos a la vanguardia de los importantes sucesos del mundo en que habitamos, de la filosofía política, de la literatura, de la globalización, de la geopolítica, en fin, somos mas los que estamos claros que este mundo globalizado o aldea global para llamarlo como McLuhan, educador y filosofo canadiense, o jungla global para decirlo como Jesús Conill, destacado catedrático español, está delimitado por dos vertientes fundamentales, como lo son el conocimiento y el Business, que es también conocimiento aunque en una concepción menos pura, somos más los jóvenes dominicanos que estamos claros de que ningún país a podido alcanzar un pleno desarrollo tecnológico y económico que implique prosperidad y esplendor, echando por la borda el concepto de justicia social y abandonando sus conocimientos y habilidades ancestrales más fundamentales.
Somos más los jóvenes que estamos convencidos y resueltos a luchar por tener un país mejor no solo en el ánimo de alcanzar el lucro y el bienestar personal, si no, en ejercer el dictamen de nuestra conciencia ciudadana, que viendo la vida en perspectiva, establece que tenemos una responsabilidad generacional que nos obliga a dejar el mundo en que vivimos en mejor condición de cómo lo encontramos y así habremos cumplido nuestra tarea en aras de propiciar el bienestar de las generaciones futuras.
Somos más los que sin ser conformistas reconocemos un avance considerable de nuestra sociedad que apenas tiene 166 años de vida republicana y evitamos la comparación alegre que se suele hacer a la hora de analizar sus deficiencias, de la nuestra con sociedades como las Europeas y la propia estadounidense, esta ultima con 234 años o mas de civilización, este podría parecer un juicio de ciudadanos de actitud simplista, conformista o de baja densidad participativa, para decirlo como Ramón Tejada Olguín, eminente sociólogo dominicano, es mas bien, un planteamiento realista que encuentra sustento en la filosofía política practica, que tiene como primer exponente a Maquiavelo que la acuñara magistralmente en su celebre obra ¨El Príncipe” definiendo impecablemente la priorisacion de, “que podemos hacer” ante “que debemos hacer”.
Pero sobre todo somos más los jóvenes que reconocemos que lo que hoy cuestionamos no es una acción que se ha propuesto ningún medio, pues entendemos que la misma no es mas que una interpretación errónea del concepto “impacto noticioso”, por parte de quienes hacen opinión pública Y finalmente me permito asegurarles que somos más los jóvenes que en lugar de quemar las naves, preferimos plantar árboles, porque al igual que gran parte de esa prensa sensacionalista, creemos en un futuro promisorio para nuestra imperecedera Republica Dominicana.
Por el Lic. Francis Blanc
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Publicado por EL RINCON PELEDEISTA para EL RINCON PELEDEISTA el 9/02/2010 10:34:00 AM
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