La historia contada por un dominicano que en febrero de 2008 viajó a Estados Unidos de manera irregular, usando Guatemala y luego México, es desgarradora.
El hombre, que prefirió mantener su nombre en el anonimato por razones de seguridad, dice que tenía 13 años sin venir a su país, asegura que el mangú y las pizzas que preparaba a los coyotes y sicarios de la red criminal conocida en México como Los Zetas, lo salvó de las garras de esos integrantes de las redes delictivas.
Los relatos que cuentan inmigrantes dominicanos, que tratan de cruzar la frontera de México, con Estados Unidos, son horribles y desgarradores.
Coincide mucho con la historia contada por centroamericanos y mexicanos, que quieren lograr el “sueño americano” de cualquier manera.
El protagonista de esta historia, dice que trabajó como cocinero en algunos negocios de expendios de comidas y bebidas en Santiago y Puerto Plata, República Dominicana. Ahora es un taxista residente en Estados Unidos.
Haciendo una remembranza del pasado, significó que tras hacer un viaje ilegal en el 2008 hasta esa gran nación, vía Guatemala, llegó al estado mexicano de Tamaulipas, donde fueron atrapados por miembros de la criminal banda de los Zetas.
“Eso fue lo que nos dijeron los que nos detuvieron, que estábamos en manos de un grupo criminal que le llamaban los zetas en México”, enfatizó.
Recuerda que en ese grupo iban cinco dominicanos. Volaron desde República Dominicana hasta Colombia, luego entraron a Panamá y pasaron a Guatemala.
Afirma que al cruzar el puente Talismán desde Guatemala, llegaron a un pueblo que le dicen La Masilla en el Sur de la frontera con México.
Narra que al cruzar la frontera de Guatemala con destino a México, al menos seis personas recogieron a los inmigrantes, 54 en total, cinco dominicanos y el resto de Honduras, el Salvador, Guatemala y Nicaragua.
“Cruzamos por San Fernando, Ciudad Victoria, (Estado de Tamaulipas), en México), habían muchos retenes y paradas de hombres armados a quienes había que pagar dinero para continuar en ruta”, recordó.
Cuenta que le dijeron que su intención era llevarlos a Oklahoma, Arkansas o Nuevo México, Estados de Estados Unidos, para desde allí, trasladarlos en su momento a Nueva York, igual que al Sur de la Florida y otros destinos preferidos a su alcance.
Sostiene que al llegar a las ciudades de Santa Rosa y Río Bravo, en el Estado de Tamaulipas, fronteriza con Estados Unidos, el autobús con todos los inmigrantes, fue detenido por personas portando armas de diferentes calibres.
“Nos llevaron a una casa abandonada, nos golpearon, nos amenazaron de muerte, nos pidieron los números telefónicos de nuestros familiares cercanos y nos dijeron que nuestros parientes tenían que enviar dinero, o de lo contrario, nos iban a descuartizar”, reveló.
Agradece al mangú
El protagonista de esta historia la narra para que sirva de consejo a quienes intentan llegar ilegalmente a Estados Unidos y afirma que a él lo salvo que a los coyotes les encanto el mangú con sabor a tacos que preparaba. ”Ellos me decían prepárame una “mangunada picante”, con bananos machacados con cebollas, tabasco y otros condimentos”.
“No tienes dinero, pero es posible que te salve de esta”, recuerda el dominicano que le advirtió un miembro de la red que no solo se dedica a la trata de personas, sino al tráfico de drogas, secuestros, extorsión y otros ilícitos.
Se aterroriza cuando afirma que pensó en su muerte varias veces, porque cuando caen en esas redes del crimen, los familiares que residen en diferentes países, tienen que enviar dinero. Reveló que le cobran los alimentos que les suministran, los dormitorios, el uso de agua para su aseo y que si los parientes de los inmigrantes retenidos no tienen dinero para pagar a las redes delictivas, terminan matándolos, porque alegan que “con algo tienen que cobrar lo que invirtieron en su alimentación, alojamiento y otros servicios”.
SEPA MÁS
¿Y los compañeros?
El dominicano, que ahora es residente legal en Estados Unidos, narra que no le recomienda a ninguna persona, sin importar el país, de donde sea nativo, hacer travesías ilegales, porque son peligrosas.
A su vez, explicó que no volvió a saber más de los demás inmigrantes que hicieron el riesgoso viaje junto a él.
“Estarán en algunas partes, pero no sé dónde están”, reflexionó con los ojos llorosos ante los recuerdos de su travesia.
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